La autocompasión es a menudo una forma radicalmente nueva de relacionarnos con nosotros mismos. La investigación muestra que cuanto más practiquemos ser amables y compasivos con nosotros mismos, ya sea utilizando prácticas informales como el descanso de la autocompasión o prácticas formales de meditación como la respiración afectuosa, más aumentaremos el hábito de la autocompasión.
Hay algunos consejos para practicar la autocompasión que es importante tener en cuenta tanto para los principiantes como para los experimentados. La autocompasión es una práctica de buena voluntad, no de buenos sentimientos. En otras palabras, a pesar de que la postura amistosa y de apoyo de la autocompasión está dirigida al alivio del sufrimiento, no siempre podemos controlar cómo son o serán las cosas. Si practicamos la autocompasión para tratar de hacer que nuestro dolor desaparezca suprimiéndolo o luchando contra él, es probable que las cosas empeoren. Con la autocompasión aceptamos conscientemente que el momento es doloroso y nos tratamos (abrazamos) con amabilidad y cuidando nuestra respuesta, recordando que la imperfección y el dolor es parte de la naturaleza humana que todos llevamos. Esto nos permite mantenernos en amor y conexión, dándonos el apoyo y la mentalidad necesaria para soportar el dolor, al tiempo que proporcionamos las condiciones óptimas para aprovechar la situación presente para crecer y transformar nuestro carácter.
Algunas personas descubren que cuando practican la autocompasión, su dolor en realidad aumenta al principio. Llamamos a este fenómeno retroceso, un término usado en la extinción de incendios que describe lo que sucede cuando se abre una puerta de una casa en llamas: entra aire y las llamas se apagan. Un proceso similar puede ocurrir cuando abrimos la puerta de nuestros corazones: el amor entra y el viejo dolor sale. Hay un par de dichos que describen este proceso: “Cuando nos damos amor incondicional, descubrimos las condiciones bajo las cuales no fuimos amados” o “El amor revela todo lo desagradable de nosotros mismos”. La bendición es que podemos enfrentar el viejo dolor con los recursos de la concientización, la autocompasión, el perdón, la gracia de Dios y entonces el corazón comenzará a sanar. Aún así, significa que tenemos que permitirnos ser aprendices lentos cuando se trata de practicar la autocompasión. Y si alguna vez nos sentimos abrumados por emociones difíciles, la respuesta más autocompasiva puede ser retroceder temporalmente: concentrarnos en la oración, memorizar versos de la Palabra de Dios sobre la gracia y la misericordia, realizar actos de compasión hacia otras personas, compartir una taza de café con un buen amigo, acariciar la mascota. Al hacerlo, reforzamos el hábito de la autocompasión, dándonos lo que necesitamos en el momento, plantando semillas que eventualmente florecerán y crecerán.