Aunque la autocompasión puede parecer similar a la autoestima, son diferentes en muchos aspectos. La autoestima se refiere a nuestro sentido de valor percibido o cuánto nos agradamos. Si bien está claro que la baja autoestima es problemática y a menudo conduce a la depresión y falta de motivación, tratar de tener una mayor autoestima también puede ser problemático. En la cultura occidental moderna, la autoestima a menudo se basa en cuánto somos mejores que los demás, en cuánto nos destacamos o somos especiales, se proclama que no está bien ser promedio, que tenemos qué sentirnos por encima del promedio para sentirnos bien con nosotros mismos. Esto significa que los intentos de elevar la autoestima pueden resultar en un comportamiento narcisista y egocéntrico, o llevarnos a menospreciar a los demás para sentirnos mejor con nosotros mismos. También tendemos a enojarnos y ser agresivos con aquellos que han dicho o hecho algo que potencialmente nos hace sentir mal con nosotros mismos. La necesidad de una alta autoestima puede alentarnos a ignorar, distorsionar u ocultar las deficiencias personales para que no podamos vernos a nosotros mismos con claridad y precisión, llevándonos a lo que condena el mismo verso en Romanos 12:3 “que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener”. Finalmente, nuestra autoestima a menudo depende de nuestro último éxito o fracaso, lo que significa que nuestra autoestima fluctúa dependiendo de las circunstancias siempre cambiantes.
A diferencia de la autoestima, la autocompasión no se basa en autoevaluaciones. Las personas sienten compasión por sí mismas porque todos los seres humanos merecen compasión y comprensión, no porque posean un conjunto particular de rasgos (bonitos, inteligentes, talentosos, etc.). Esto significa que, con la autocompasión usted no tiene que sentirse mejor que los demás para sentirse bien consigo mismo. La autocompasión permite pensar de sí mismo con cordura, porque las fallas personales pueden reconocerse con amabilidad y no necesitan ocultarse y condenarse. Además, la autocompasión no depende de circunstancias externas, siempre está disponible, ¡especialmente cuando nos caemos de bruces! La investigación indica que, en comparación con la autoestima, la autocompasión se asocia con una mayor resiliencia emocional, un concepto correcto de sí mismo, y un comportamiento de relaciones más afectuosas, así como menos narcisismo e ira reactiva.