La regla de oro en la Palabra de Dios es, “Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas”. Mateo 7:12. Esto nos lleva a tratar mejor a los demás de lo que nos tratamos a nosotros mismos. Tal vez sea así, pero ojalá que no los tratemos a ellos ni la mitad de mal de como nos tratamos a nosotros mismos.
- “¡Eres un flojo!”
- “¡Qué metida de pata hiciste!”
- “¿Cómo puedes volver a mostrar tu rostro en público?”
¿Le hablaría usted de esta manera a un amigo, o incluso a un extraño? Por supuesto que no. (¡O al menos espero que no!) Es natural para nosotros tratar de ser amables con las personas que nos importan en nuestras vidas. Les hacemos saber que está bien ser humano cuando fallan. Les aseguramos nuestro respeto y apoyo cuando se sienten mal consigo mismos. Los consolamos cuando están pasando por momentos difíciles. En otras palabras, la mayoría de nosotros somos muy buenos para ser comprensivos, amables y compasivos con los demás. Pero ¿cuántos de nosotros somos buenos para ser compasivos con nosotros mismos?
Piense en todas las personas generosas y cariñosas que conoce que constantemente se castigan a sí mismas. Por alguna extraña razón, nuestra cultura nos dice que esta es la forma en que debemos ser, o de lo contrario nos convertiremos en narcisistas y egocéntricos. Pero ¿eso es cierto?
La respuesta es no. Todos los que nos castigamos a nosotros mismos es hacernos sentir deprimidos, inseguros y temerosos de asumir nuevos desafíos, porque tenemos miedo del autocastigo que seguirá si fallamos. También hace que sea más difícil para nosotros vernos claramente porque es demasiado doloroso. Es mucho mejor culpar de mis problemas a otra persona para que pueda escapar de mi tirano interior.
Durante la última década se han estado realizando investigaciones sobre la autocompasión y se ha descubierto que las personas que son compasivas consigo mismas tienen muchas menos probabilidades de estar deprimidas, ansiosas, inseguras y estresadas, y es mucho más probable que sean felices, resistentes, optimistas y motivadas para cambiar el rumbo sus vidas para mejor. También tienden a tener mejores relaciones con los demás. En resumen, las personas autocompasivas experimentan un mayor bienestar psicológico.
Tiene sentido. Cuando nuestra voz interior nos critica y reprende continuamente, a menudo terminamos en ciclos negativos de autosabotaje y autolesión. Sin embargo, cuando nuestra voz interior desempeña el papel de un amigo de apoyo, cuando notamos alguna falla personal, podemos sentirnos lo suficientemente seguros y aceptados como para vernos claramente y hacer los cambios necesarios para ser más saludables y felices.
Pero ¿qué es exactamente la autocompasión? Basándonos en la Palabra de Dios podemos definir la autocompasión como algo que tiene tres componentes principales: benignidad, humanización y concientización.
La benignidad con nosotros mismos se refiere a esa tendencia a buscar el bien para nosotros mismos en lugar de ser duramente críticos e inflexibles. En lugar de hacernos trizas cuando fallamos o cometemos un error, nos calmamos y nos consolamos, buscando nuestro bienestar a través del cuidado necesario para intentarlo de nuevo. Para tener una idea de cómo se siente esto, intente poner ambos brazos estirados hacia los lados y aprete los puños con fuerza. Así es como se siente el autojuicio. Luego suelte los puños cerrados y abra las manos; así es como se siente dejar ir el autojuicio. Luego tome ambas manos y colóquelas suavemente sobre su corazón, así es como se siente la benignidad consigo mismo. (Hay diferentes procesos químicos en nuestro cuerpo subyacentes a estos diversos sentimientos los cuales pueden convertirse en veneno o en medicina).
La Humanización consiste en reconocer que todos los seres humanos somos imperfectos, y entonces proporcionarles a otros y a nosotros mismos el cuidado de manera solidaria, digna, con respeto, y empatía. Nos permite conectar nuestra propia condición defectuosa con la condición humana que todos tenemos para que podamos tener una mayor perspectiva de nuestras deficiencias y dificultades personales.
La concientización se puede definir como estar conscientes claramente de lo que está ocurriendo en el momento presente y aceptarlo de una manera proactiva. Implica ser conscientes de nuestros sentimientos dolorosos de una manera equilibrada para que no ignoremos ni exageremos el sufrimiento personal.
Paradójicamente, cuanto más pueda usted admitir el dolor producto de ser parte de una naturaleza humana caída e imperfecta, y acepta este hecho con benignidad y ecuanimidad, más fácil podrá sanar su dolor. Al calmarse y consolarse, al igual que una madre cariñosa calma y consuela a su hijo cuando está herido, usted podrá recuperarse de los contratiempos más rápidamente. Tendrá las reservas emocionales necesarias para asumir nuevos retos y alcanzar su máximo potencial. Golpearse a sí mismo no ayuda a nadie, y mucho menos a usted mismo, al contrario, esto lo drena emocionalmente y no tendrá para dar lo que sus seres “queridos” esperan de usted. Lo bueno es que la mayoría de ellos han aprendido a ser amables, comprensivos y compasivos con aquellos que se castigan y flagelan. Por lo tanto, para disfrutar de los beneficios de la autocompasión, todo lo que necesita hacer es darse la vuelta y aplicar esas mismas habilidades hacia usted mismo.